Historia

                                                     

Fundador Adolfo Quevedo (prefecto de Provincia)


Los Colonos
Así se fue formando, lenta y difícilmente, la riqueza ruda y amarga para erigir el nuevo municipio desde 1904, los Primeros Colonos  del listado en la monografía  de Quevedo,   son   a quienes se le rinde homenaje en estas breves lineas de recopilación de las memorias de Rondón:

Juan Domingo Galindo
Proceso Álvarez
Patrocinio López
Isaías Arias
Basilio Soler
Silvino Borda Vargas
Felipe Soler
Ramón Rojas
José María Reyes
 Antonio Mendieta
Domingo Álvarez Suárez
Adolfo Bohórquez
Patrocinio Martínez
Ramón Patiño
Paulino Sanabria
Gregorio Ávila
Bartolomé Cárdenas
Camilo Salamanca
Fernando Soler
Santiago Ortiz
 Juan de los Ángeles Romero
Domingo Orduña
Andrés García
Bernardino Argüello
Leoncio Álvarez
Pastor Galindo
Leonardo Juya
Lorenzo López
Gregorio Forero

Los primeros colonos son los fundadores civiles de «San Rafael», hoy Rondón, en homenaje al Sol de Vargas y de Boyacá; los hijos mayores de nuestra gran comarca. Rindámosle homenaje a su memoria y así cultivaremos la devoción a nuestra historia, a la llama de nuestro patriotismo Rondinense, y al ideal de nuestro porvenir, honor y gloria a estos fundadores; los unos sin los otros no habrían realizado su obra de servicio común que los declara de hecho y por derecho independientes y soberanos haciendo camino al andar; son ellos timbre de nuestro escudo y esencia misma de nuestra raza Rondinense. Todos los pueblos somos vástagos del pasado construyendo nuestro futuro; en esto se pueden percibir ciertos elementos culturales que a lo largo del tiempo han ido plasmando lo que somos hoy, y que nos dan pauta para la continuidad dinámica que nos permitirá la transformación de Rondón.

Singular encanto añaden al pasado Rondinense, las discretas penumbras que lo envuelven con recato y con misterioso velo; recordamos el abnegado sentido del deber; ¡cuán grato es constatar la sana emulación de los partidos para apoyar y servir al pueblo Rondinense!

La vocación de los primeros colonos tiene como fuente de riqueza su vida de trabajo y sacrificio, que nos pide un desarrollo coherente con nuestras potencialidades. Por tanto, debemos integrar creativamente nuestra riqueza geográfica e histórica, la diversidad del aporte cultural y el desafío de un pueblo joven que ha visto nuestro pleno desenvolvimiento con solidaridad social, en la afirmación de nuestra identidad cultural y en la ampliación de la participación popular en la vida cultural y en el rescate de los valores cívicos y morales que profesan.

Los esbozos que hemos visto asientan sus bases esenciales en el respeto a la dignidad de la persona, y en la búsqueda del bien común como metas principales. La obra de los colonos es una amalgama de verdad y fábula; sin embargo me he cuidado de no limitarme a recoger gestas transmitidas por tradición oral, sino que he investigado en bibliotecas y archivos para cultivar nuestra noble historia, como fervoroso tributo de alabanza.
                
Ignacio Vázquez, Valentín Vázquez, Miguel Vázquez, María Isaza y Rita Flórez eran dueños de la mayor parte de los bosques del vecindario; agregando a estas propiedades las de Moras, Suárez, Vargas y Rojas, adquiridas en su mayor parte en tiempo de guerra, quedaba comprendido el vecindario de las Veredas de Renanica, Porquera, Galera y Gacal que constituyeron el municipio de San Rafael.

Para el desmonte de las tierras los Vásquez recurrieron a los Soleres y Galindos, aquellas guapas gentes de Ciénega, hechas al trabajo duro de los bosques y a la brega de los combates. El golpe del hacha repercutía en las montañas y a los inmensos árboles que guardaban las fuentes, el fuego los redujo a cenizas para dar paso a la agricultura y a la ganadería de aquella pródiga región. Exploraron las gargantas del Peñón de La Galera, la inmensa muralla que encierra la región, trazaron caminos atrevidos y trochas para atravesar la selva evitando el encuentro con las gentes liberales de Zetaquira. Ellos habían luchado al lado del General Próspero Márquez y sabían ser fieles a su credo.

Origen del pueblo

Los dirigentes liberales de Zetaquira propiciaban la hostilidad a los colonos godos de La Galera y muchas veces sus casas se vieron incendiadas y robados sus ganados. Pero sobre la choza quemada surgía una habitación mejor y los potreros verdeaban cada día en mayor extensión en las faldas de la cordillera.

En las postrimerías de 1902 los conservadores ganaban la última guerra civil pero los pactos de paz permitieron que los liberales se aglutinaran en aquellas plazas. De ahí que a pesar de ser las autoridades conservadoras, los liberales continuaron sus desmanes.

Exacerbados los ánimos de los colonos de La Galera se reunieron al mando de Zandalio Jiménez y organizaron una represalia armada contra Zetaquira. Se juntaron los hombres más fuertes y tomaron cinco barbacoas donde colocaron los fusiles simulando cadáveres. Algunos se disfrazaron de mujeres llevando canastos repletos de cartuchos. Con la estrategia de la simulación del entierro entraron a Zetaquira. Cuando los zetaquireños divisaron en el antiguo camino del Cerro al extraño grupo de gentes, tomaron las de Villadiego. Los de la mortuoria llegaron a la capilla de los muertos situada en la plaza de Zetaquira, se armaron y abalearon las casas de los Patarroyos, Medinas y Granados, llegando a ser víctimas del asalto varias damas distinguidas del pueblo. Llevando consigo botín del comercio y animales, volvieron a las tierras de La Galera con ánimo de independencia.

Surgieron después serias dificultades; las gentes de La Galera eran azotadas en Zetaquira y el pueblo se solazaba con el escarmiento de las víctimas que llegaron a bajar al poblado. Desde entonces los vecinos de La Galera no volvieron a contar con autoridades y se vieron privados de la administración de los sacramentos.

Con el asesinato de don Tomás Parada culminó la etapa de la barbarie a que había dado origen la querella de los godos de «La Galera» y los rojos de Zetaquira. La ferocidad de este crimen conmovió a las autoridades y desde aquel día se justificó la independencia de la sección conservadora.

El Corregimiento

En memorial escrito por Adolfo Quevedo, alcalde de Zetaquira, elevaron sus quejas al gobierno de Tunja y el señor Milciades Chávez, Prefecto de la Provincia de Neira, apareció un día en Zetaquira y con bayoneta calada obligó a los concejales a reunirse para aprobar el acuerdo por medio del cual se creaba el Corregimiento de «La Galera» con las veredas de Renanica, Porquera, Galera y Gacal.

Un mes después de haberse conseguido tal providencia se levantaban veinte casas pajizas. Peregrino Vargas, Peregrino Rojas, Adolfo Quevedo, Miguel Soler, Siervo Soler, Cantalicio Soler con otros vecinos honorables, entre los que sobresalen los apellidos Barajas, Galindos, Coroneles, López, Arias, Suárez, Jiménez, etc., con una cabuya de cien metros, una espina de fique en una tabla y algunas estacas trazaron la plaza. Los ingenieros que con el correr de los tiempos revisaron el trazado lo encontraron perfecto. Los fundadores buscaron en aquella tierra inclinada una planicie para ubicar el caserío. Desecharon el sitio que Peregrino Rojas había escogido a la orilla del Camino Real, en un lugar próximo a Palo Parido. Todavía se ven en aquel sitio los cimientos de la iglesia. Por quedar a merced de los zetaquiras que se enseñoreaban en aquella vía, buscaron un lugar en La Vega de Siervo Soler, pero la excesiva humedad los obligó a buscar el sitio del poblado dos kilómetros más arriba, en el corte de la montaña, en un lugar abundante en aguas que simulaba una repisa en la cordillera. Ignacio Vásquez puso todo el interés para que el pueblo se localizara allí; donó una enramada que sirvió de capilla por algún tiempo y en su primer altar colocó un cuadro del Arcángel San Rafael, el santo de su devoción, que luego iría a ser de la de todos los feligreses, y el que daba su nombre al nuevo pueblo. Raimunda Suárez llevó de Zetaquira cinco cauchos para sembrar en las esquinas y en mitad de la plaza y doce matas de pino para enmarcarla.

A San Rafael llegó un día de 1902 el nuevo Corregidor. Venía de pueblo viejo y entró al poblado con la ruana doblada en el hombro, alpargatas nuevas, sombrero de jipa, vestido oscuro de manta Samacá, llevando en su mano un bordón de recatón. Sus bigotes entorchados, su tez morena y sus vivaces ojos le daban una presencia agradable. Su estatura era baja, su voluntad decidida, su voz fuerte. Su nombre respetable como primera autoridad que pisaba aquel suelo voló de boca en boca y a poco tiempo el nombre de Abelardo Vargas era familiar entre todos los vecinos del regimiento.

En el caserío se le esperaba con ansiedad, sin que se hubiera pensado en que necesitaba de Casa Municipal. A su llegada algunos vecinos le abordaron en la plaza y al pie de un caucho joven atendió la primera demanda. Había que castigar al culpable. Con su vara trazó un círculo en el mismo lugar que hoy ocupa la Casa Municipal y lo conminó para que respetase a dicho lugar como cárcel. Para poder continuar despachando esa tarde las demandas, llamó a uno de los vecinos y sin previo consentimiento le dio investidura de comisario encargándole la vigilancia de los presos. Cuando alguno pisaba la raya el garrote del comisario sonaba sobre los pies de los presos haciendo respetar el círculo. Después vinieron casos más difíciles y hubo necesidad de instalar en la cárcel al aire libre, el cepo, el muñequero y los grillos. Más tarde se levantó una enramada pajiza.

EL Municipio

Por medio de la Ordenanza No. 5 de junio 30 de 1904, se le otorgó al Corregimiento de San Rafael el título de Municipio. Los habitantes celebraron con alborozo tan magna fecha. Desde el mismo momento en que comenzó a divulgarse la noticia se oyeron los repiques de las campanas que comenzaron a reunir a los habitantes. Al día siguiente el cuadro de San Rafael, patrono del pueblo y el de la vicepatrona, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, fueron conducidos en andas por las calles del naciente poblado, después de la celebración del Te Deum -solemne con que se glorificó al Todopoderoso por tan señalado favor. El domingo siguiente el corregidor leyó en histórico bando la trascendental disposición e invitó a los vecinos a libar por el triunfo. Las primeras familias celebraron el acontecimiento con bailes y paseos animados, recorriendo las principales fincas. Desde entonces comenzaron a preparar las primeras fiestas reales que con gran pompa y animación se celebraron el 24 de octubre de 1904, día del patrono y fecha desde la cual San Rafael tendría la investidura de Municipio.

Cuando San Rafael obtuvo la categoría de municipio, Peregrino Vargas y Abelardo Soler, sus primeros alcaldes, construyeron una casa de piedra, adobe y teja, que desde entonces aloja al Gobierno Municipal.

La iglesia fue más afortunada porque solamente alrededor de ella concebían los habitantes la fundación del Municipio. Circundando la choza que regalara Ignacio Vázquez, las gentes fueron acumulando maderas y materiales para la construcción del templo. El padre Ignacio Medina, progenitor del pueblo, construyó con adobe y teja la primera capilla, la dotó de un altar de madera, compró algunas imágenes viejas en Zetaquira y Ramiriquí y con ornamentos y vasos prestados fue dotando la iglesia. Cada mes subía de Zetaquira a darles misa y administrarles los sacramentos. Cada prédica era una orden, un consejo, una voz de aliento dedicada a sacar de tan sufrido vecindario un nuevo pueblo y una nueva parroquia. Este ilustre Pastor, después de una tenaz campaña, logró arrancar a la Asamblea de Boyacá la Ordenanza que le concedió a San Rafael el título de municipio.

La parroquia

Digno sucesor del padre Medina fue el Presbítero Claudio José Pineda, natural de Ventaquemada. Ordenado en el Seminario Conciliar de Tunja, llegó a San Rafael, su primera parroquia, cuando allí todo se iniciaba. El nuevo cura era un joven dinámico que llevaba en su ánimo la fogosidad del soldado de Cristo que sale a dar la primera batalla. A su celo y consagración se agregaba el cariño que tributó a aquellas gentes sencillas y trabajadoras que de rodillas caían a su paso implorando «el bendito» y ofreciendo sus limosnas para el culto y el templo. Los feligreses le correspondieron con cariño y admiración y su nombre se recuerda como uno de los más gratos entre los benefactores del pueblo.

Refiere el Padre Pineda cómo un domingo llamó a los vecinos para decirles que iba a construir un templo. Al día siguiente, con 80 yuntas de bueyes bajaron las vigas de la montaña. Con ánimo inusitado revive la escena y la describe: «adelante iba el párroco con su sombrero de corcho haciendo teza a un par de bueyes hoscos de Diego Soler Ramírez; le seguían Peregrino Vargas, Zandalio Jiménez gritaba animando al resto de las gentes que cruzaba por entre los fangales de una rastra de arcilla pegajosa. Los Soleres, Daniel Barajas, Domingo Orduña, Silvestre López y tantos más que escapan a mi memoria cerraban aquel desfile de entusiastas cristianos.

Todos aquellos varones de tan ilustre generación vieron crecer los muros del templo que legaron a sus hijos. Sucesivamente cada uno de los párrocos dejó su nombre ligado a una obra. S.S. Felipe Santiago Cuervo agregó la torre. Carlos Francisco Arenas construyó un altar. Luis Alfredo Buitrago una capilla. José Santos Quintero la sacristía. El padre Jacinto Vega, reconociendo que es un medio húmedo y que los muros de adobe constituían un peligro, emprendió la edificación moderna de cemento armado, piedra y ladrillo, que con tanta diligencia han continuado el Padre Guarín, el R. P. Barrientos, y el R. P. Torres y el actual párroco Padre Jorge Arsenio López. Al comenzar el año 1954 un domingo volví al templo de mis mayores: la moderna arquitectura desafía los años desde su sólida iniciación. En la parte antigua que quedaba aún sin derribar, el altar con las viejas imágenes me recordaba la iglesia que frecuentó mi inocente niñez transcurrida en aquella tierra noble y bravía. El R. P. Arsenio López exhortaba en su prédica a los feligreses para que con el mismo espíritu de nuestros antepasados continuaran la obra dedicada al Creador. Al salir de la misa las gentes abandonaron el mercado y regresaron a la caída del sol, trayendo los materiales acumulados en la carretera para la obra.

La administración pública

Las gentes de mi tierra evolucionaron en igual forma. Cuando por primera vez visitó a San Rafael el General González en su calidad de Prefecto, se fue denigrando de la preparación de las autoridades en ejercicio, en vista de lo cual hubo necesidad de darles lecciones de instrucción cívica práctica.

Refiere el Padre Pineda que los sábados y los domingos ensayaba a los concejales. Mientras él les aleccionaba, lo que hacía prácticamente, Adolfo Quevedo leía el Código Político Municipal, escribía el Acta modelo, leía la correspondencia oficial y le daba respuesta.

Otras veces entraba a la alcaldía para mandarle quitar el sombrero y la ruana al alcalde, prohibirle entrar con bordón de recatón en el recinto y fumar tabaco mientras atendía al público. La mayor parte de las veces terminaba despachando, llevando la gente a la cárcel o sacando los zurrones y las maleteras llenas de los «presentes», que el alcalde guardaba en su despacho.

Al año siguiente cuando el General Sánchez, nuevo prefecto de la provincia en Neira, visitó a San Rafael, se sorprendió de la preparación de las autoridades, del protocolo, de la facilidad de expresión y de la corrección de sus actos. Los fundadores se habían puesto a la altura de la evolución del pueblo para que sus hijos y las generaciones futuras las evocaran con respeto y orgullo siguiendo el ejemplo de su honradez, entereza y espíritu público.

El Caserío

Al lado de la iglesia y de la casa municipal se levantaron casonas de dos pisos con balcones corridos y ventanas voladas.

Peregrino Rojas, Siervo Soler, Cantalicio Soler, Abelardo Soler, Miguel Soler, Justino Soler, Felipe Soler, Marcos Muñoz, Jacinto Pedraza, Daniel Perico, Leví Jiménez, Cristóbal Soler, Peregrino Vargas, Rafael Vargas, Domingo Álvarez, Agustín Zorro, Roberto Soler, Cristóbal Muñoz, Isidro Borda, Adolfo Quevedo y otros más, fueron construyendo las primeras casas de San Rafael hasta enmarcar la plaza y formar las calles. En la actualidad el local de las escuelas de varones, el proyecto de la mansión de Francisco Soler, con enrejados y gradería de piedra labrada junto con la residencia de don Rafael Soler iniciaron la etapa de construcciones modernas en el pueblo.

La bonanza

En paz y trabajo transcurrieron los primeros años de San Rafael. Sus habitantes de costumbres sencillas llevaban una vida sin mayores alternativas y los mismos sucesos que solían comentarse no revestían ninguna importancia. Entre los comentarios domingueros se recuerdan la crecida de La Potrerana cuando arrastró la desfibradora, ahogándose con ella los trabajadores de vida licenciosa que no habían concurrido a las Misiones que celebraba el párroco. El derrumbe de la Vereda de Sucre. La apostura de los nuevos embotinados que llegaban al pueblo después de haber pisado colegio. Los escándalos de la loca Catalina con la leyenda de El hombre sin cabeza que llegaba a media noche a San Rafael en un caballo negro sacando chispas a los empedrados. El perro negro que daba vuelta a la plaza arrojando bocanadas de fuego. El caso del hombre con la cabeza amarrada que encontraron en la iglesia a altas horas de la noche al pie de un confesionario. Las alarmas que se producían cuando las mismas almas, al decir del sacristán, daban el toque de las ocho de la noche. Los lamentos y llantos nocturnos que se sentían en la iglesia. La perdiz clueca que bajaba del «Agua Caliente» en las noches de encantamiento, produciéndose luego las crecientes del río con olor a petróleo. Y todos aquellos cuentos que repetían Emilia Quevedo de Soler, Doña Carmen Parada, la señora Purificación Galindo de Soler y todas esas señoras comunicativas de la época que se ocupaban más de los fantasmas que de quitarle el cuero al prójimo.


La tormenta

Así transcurrieron muchos años... pero... en las elecciones para concejales de 1921 los gamonales de San Rafael se dividieron. Don Peregrino Rojas acordó una lista excluyendo a los Soleres; ante lo cual, ellos con Peregrino Vargas, Zandalio Jiménez y Adolfo Quevedo inscribieron otra. Así se inició la ruina moral del pueblo que aún no llegaba a sus 17 años de vida.

El resultado de la elección dio el triunfo a los Soleres. A pesar de ser los otros sus copartidarios, el ánimo de don Peregrino Rojas montó en cólera y en esa tarde pasional de San Rafael el pueblo se sobrecogió de espanto y tinieblas a los gritos de los bandos que se disputaban el predominio municipal.

Don Peregrino Rojas, aquella figura varonil de la Guerra de los Mil Días, de vivaces ojos, bigotes aguerridos y presencia gallarda, después de planear una reyerta con los adversarios murió en las escaleras de su casa. Corría disfrazado en los mismos momentos en que comenzaba la agitación producida por el primer herido grave y que yacía en una charca de sangre y a quien el sacerdote prestaba los últimos auxilios. En ese instante se oyó una detonación en el interior de su casa y exánime, el cuerpo de don Peregrino Rojas se encontró en el descanso de las escaleras, sin que el sumario ni la investigación pudieran decir a los tribunales el nombre del asesino.

Desde entonces las pasiones se desbordaron y una venganza ciega animada por suposiciones y maledicencias cegó vidas preciosas y arruinó hogares dignos de mejor suerte. La sangre de Julio Suárez, Octavio Mora, Leví Jiménez, Manuel Arias Borda, Luis Arias Borda, Antonio Arias Borda y tantos más se tornaron en maldición para aquella tierra descubierta por gentes honradas. Al espíritu alegre y efusivo sucedió la zozobra y como si fuera poco el trato hostil y amenazante de las familias en pugna; un día llegaron en calidad de prófugos del penal de Tunja, Ulloa, Cucacho, Saza y Bravo, los hombres fieras de la Penitenciaría para saciar la sed de una venganza incontenible. Ni debieran recordarse escenas como aquella que un observador desprevenido halló a la entrada del poblado: «un detective armado de fusil mientras que otro con el cráneo desbaratado ofrecía los sesos a la voracidad de perros y gallinas; el pueblo permanecía solo, con las puertas cerradas, sin autoridades; sumido en el silencio sepulcral que dejan el miedo y la ausencia de los amigos, mientras en el interior de uno de los hogares distinguidos luchaba el esposo para que su compañera se apartara del peligro, y protegiera a los hijos si era preciso. Los bandidos se enseñorearon en el pueblo; tomando el nombre de la autoridad hicieron abrir la puerta de la habitación de Leví Jiménez y le acribillaron a balazos dejando una cruz de plomo en su despedazado cuerpo.

La muerte de Julio Suárez un domingo de mercado cuando después de recibir su grado de institutor regresaba a su tierra en alegre camaradería con compañeros de estudios. Sacudía el barro de las botas en el jardín de la casa de Hilario Soler, cuando los sorprendieron las balas de los fusiles de la policía a la orden de fuego que diera el alcalde, mientras él gritaba diciendo quién era. Cayó con el corazón hecho pedazos, a los ojos atónitos de un pueblo que lloraba en masa el más salvaje crimen perpetrado en San Rafael por las autoridades para servir intereses personales y banderizos y que quedó encubierto bajo la disculpa de una equivocación. Pero para qué renovar heridas y seguir narrando aquellos hechos vergonzosos. Toca a las nuevas generaciones borrar con olvido aquella era de violencia, continuando una vida de paz y de trabajo, ya que los frutos de la venganza nos convencieron de que su método feroz arruina a los propios y a los extraños.



La Carretera

La voz del fusil repercutió mucho tiempo en el letargo que dejó la violencia. El Gobierno abandonó con indiferencia a aquel pueblo díscolo. La carretera que penetraba la región anunciando progreso burló apasionadamente el Caserío de San Rafael, que quedó olvidado en su aislamiento como un castigo por la ideología de estas gentes que ignoran que la consecuencia fue la causa de la indiferencia del Gobierno durante los dieciséis años. Tremenda injusticia se cometió con San Rafael al privarlo de la carretera después de que el pueblo tomando primero la vocería, inició los trabajos haciendo varios kilómetros de explanación sin ayuda del Departamento, ni de la Nación.

Es de recordar aquel día memorable que corresponde al primer domingo de octubre de 1930 cuando los habitantes de San Rafael se congregaron en el atrio de la iglesia para oír el entusiasta llamamiento de sus jefes que les indicara construir con sus propios esfuerzos una vía que los pusiera en comunicación con los centros del comercio y la cultura. En la esquina de la plaza de donde habría de partir la carretera colocaron una piedra conmemorativa donde se lee: «Excelsior» el pueblo de San Rafael el 10 de octubre de 1930. Al día siguiente las escuelas y los vecinos dibujaron en la falda de la cordillera la carretera que ambicionamos desde hace veinticuatro años como el camino de redención. Dos generaciones han removido la tierra de aquel camino que la naturaleza despiadada ha borrado muchas veces y cada vez que hay un nuevo obstáculo por vencer, la muchachada del pueblo recuerda que juró solemnemente construir esa vía con sus brazos y que comenzó a trabajar antes que los demás pueblos de la región.

A esa empresa de titanes están unidos los nombres del doctor Mijaeler L. y Jesús María Quevedo, quienes como ingenieros del trazado sirvieron desinteresadamente al pueblo en aquella trascendental empresa. Gracias a los auxilios del Gobierno Departamental en los últimos años han avanzado considerablemente los trabajos y es de esperar que esta obra sea concluida por la administración del doctor Alfredo Rivera Valderrama, nuestro ilustre Gobernador. A los doctores Luis S. Pinto. Alfonso Tarazona, Marco Antonio Molina y Guillermo Saravia, quienes como Gobernadores o ingenieros al servicio del departamento y demás empleados del Gobierno Seccional que se han preocupado por la terminación de esta vía, el pueblo tributa homenaje de gratitud.

Ya en los últimos años, Rondón ha recobrado su tranquilidad y parece que ha entrado en una nueva etapa de progreso que tomará impulso con la terminación de la carretera. Las guerrillas de los Llanos y la turbación del orden público que tanto afectó a aquella rica región boyacense, encontró en Rondón un baluarte que ayudó en forma denodada al Gobierno hasta conseguir la pacificación.




Estos vehículos utilizados una vez se abrió la carretera

El 7 de agosto de 1953, el Excelentísimo Presidente de la República, General Gustavo Rojas Pinilla, otorgó la condecoración del valor a varios valientes hijos de Rondón por la colaboración prestada al Gobierno Nacional ayudando al ejército en la imposición de la paz.

Bendiga Dios está tierra de gentes honradas y trabajadoras y les otorgue el bienestar que merecen.

La historia de Rondón, la lucha de sus gentes por construir este sueño colectivo, ha recibido a lo largo de los años homenajes sencillos pero muy sinceros y de una calidez humana excepcional, como este pequeño ensayo que incluimos a continuación; la gran escritora y periodista Boyacense MARÍA ÁNGELA LASSO VEGA, concibió este bello mensaje a propósito de los 90 años de Rondón en 1994 en el que está sintetizado con innegable belleza literaria, todo el devenir histórico de Rondón:



RONDÓN LLEGA A SUS 90 AÑOS

Sacudido por el temblor orográfico de las vértebras andinas, con las líneas del rostro desordenadas, se asomó Rondón al mundo por la ventana del ocaso de la Guerra de los Mil Días. Con un clima de 17 grados centígrados, a 2.075 metros sobre el nivel del mar y con una población de 4.460 habitantes.

Su creación tuvo raigambre épica, la desmembración de un vasto territorio de la floreciente población de Zetaquira, que disentía entre sí en ideas políticas, originó su fundación por el Presbítero Ignacio Medina, entonces párroco del lugar; a su iniciativa se unieron los señores Peregrino Vargas, Adolfo Quevedo, Pablo Vargas y Siervo Soler. Ellos, decidieron un día luminoso de octubre plantar su propia tienda, tomaron posesión y soberanía del lugar, anclaron sus sueños y lo llamaron San Rafael.

Nombre sonoro, de sabor negruzco y fácil deletreo, institucionalizado más tarde como Municipio (1904) por medio de la Ordenanza No. 05 de la Asamblea de Boyacá y en el año de 1936 su nombre primogénito fue cambiado por el que hoy tiene: Rondón.

La riqueza de Rondón está en sus campos, porque a decir verdad su composición urbana es reducida, salvo su bella iglesia, el hotel turístico, la casa municipal, logran destacarse.

Esto no significa que haya un marcado estancamiento, el reflejo auténtico de la violencia que golpeó sus campos, obligando a sus moradores a tomar rutas diferentes, que provocó su lenta evolución.

Grandes Destinos: la feliz circunstancia de permanecer allí algunas horas, de disfrutar del calor humano de sus gentes y de un clima agradable, fue ocasión propicia para dialogar con las autoridades y dirigentes del lugar, tanto eclesiásticas como civiles, y otros que se han destacado en la administración del Departamento, con decisión han trabajado y trabajan por cristalizar los programas que proyectan para el desarrollo de la región.

Ellos están convencidos que el pueblo está reservado para grandes destinos en el consenso de Boyacá y del país; su acelerada carrera hacia la constitución como Municipio vigoroso, es premisa fundamental para su desenvolvimiento social, cultural y económico, que hace que el Municipio marche al compás del progreso de la región y sea digno de conocerse a nivel nacional.

Al concluir esta nota periodística, nos unimos con sincera simpatía al regocijo que embarga a los hijos de Rondón en la celebración de sus 90 años de existencia. Rondón está situado a 61 kilómetros de la ciudad de Tunja y comunicada por vías de acceso en regular estado.

La joven población sufrió los embates de la violencia, azotando su anatomía indistintamente, hasta el punto de fraguarse su extinción; sus habitantes fueron presa del pánico, la orfandad y la pobreza.

Reminiscencia: Hoy, la reminiscencia pertenece al pasado, a su espalda quedaron las cruentas luchas, se fugaron como animal herido, sus árboles ofrecen la sombra de la paz y de la prosperidad, las crestas de los empinados cerros que enmarcan a Rondón viven en eterna primavera, sus hijos que deambularon de un lado a otro regresaron al seno del hogar nativo.

La geografía de Rondón desciende del Páramo de «Vijagual» y se lanza por los desfiladeros rematando en el fértil valle; el paisaje arisco, escarpado, va marcando la retorcida y escarpada carretera que conduce al poblado.

Es un embeleso de los ojos contemplar desde un altozano que hace la carretera, la exuberancia de sus campos, la cinta platinada del río Mucana o Mueche lame golosamente sus contornos, en sus riberas medran enjaezadas haciendas de considerable extensión.

Once veredas integran su estructura, algunas tienen nombres místicos, otros apellidos de próceres; Bolívar, Ricaurte, Sucre, Nariño, Nueva Granada, Junín, San Ignacio, San Antonio, San Isidro, San José y Centro.

Las tierras de Miraflores, Zetaquira, Ciénega, Pesca y Ramiriquí demarcan su territorio; prosperan en su suelo, café, caña de azúcar, plátano, renglones sobresalientes en la industria agrícola; en su solar existen esmeraldas, sal, azufre, carbón, fosfato, minerales inexplotados que esperan la técnica del hombre para ser rescatados.

DE CÓMO LA ENERGÍA ELÉCTRICA, LLEGÓ A RONDÓN

Sólo hasta 1969, hace 35 años, Rondón comenzó a disfrutar de la energía eléctrica. Esto nos indica que desde hace muy poco, entró Colombia por la senda del progreso definitivo; en los siguientes relatos, lúcidos y apasionantes, mostramos a nuestros lectores, cómo arrancó éste proceso en el mundo, cómo llegó a Colombia, a Boyacá, y finalmente a Rondón: la secuencia cronológica de éste acontecimiento, nos sirve para dilucidar, de dónde venimos y a donde debemos llegar. Veamos:

HISTORIA DE LA ENERGIA ELECTRICA EN COLOMBIA

¿Cómo surgió la electricidad?

La historia de la energía eléctrica se remonta a 1880, cuando Volta perfecciona la pila eléctrica, que empezó a tener utilidad práctica con la invención del telégrafo de Morse en 1844 y el teléfono de Bell en 1876. Las primeras máquinas generadoras, capaces de convertir la fuerza mecánica en energía eléctrica en cantidades utilizables masivamente, fueron construidas por Siemens y Gramme en 1873 y 1872, basados en el principio del electromagnetismo y perfeccionados por Ampera y Faraday.

Foto Guillermo Bohórquez
Este avance, completado por el perfeccionamiento de la bujía para alumbrado de arco voltaico, desarrollada por Jablokoff en 1876, con la incandescente de Edison en 1879 y con su máquina perfeccionada, permitieron que en Nueva York se prendiesen en Agosto de 1881 las primeras bombillas de alumbrado eléctrico permanentemente, público y privado.

Y, mientras se ponía en servicio la primera central de luz y energía del mundo, en la calle Pearl Street de Nueva York, en París se inauguraba la gran Exhibición Eléctrica, acontecimiento grandioso que nuestro Cónsul ALFREDO ALDANA, en una correspondencia para el Diario Oficial describe de la siguiente manera:

LAS VENTAJAS ATRIBUIDAS A LA ELECTRICIDAD

«La faz más notable de la presente exhibición estriba en las ventajas atribuidas a la electricidad con un motor de vapor. Esta exhibición deslumbrante está acompañada por otra no menos grandiosa: Carruajes para ferrocarriles eléctricos, palancas magnéticas para trenes, enormes máquinas para la producción de cables y conductores, instrumentos manuales para medir la velocidad de los proyectiles, telégrafos de campaña, y maquinaria en moción que recibe fuerza motriz de aquella de energía sutil desarrollada por relación de un imán».

Este acontecimiento abrió las puertas del desarrollo industrial y científico del mundo, y Colombia, como país inquieto por su desarrollo, lo recibió con gran expectativa.

Londres no se quedó atrás; París un año después, en 1882 realizó la II Exposición Internacional de Electricidad y remplazó la molesta y costosa iluminación de gas por la lámpara de energía eléctrica, el invento de moda en el mundo entero.

El buen ejemplo sigue en casa:

La siguieron las ciudades de Viena, en 1883, Filadelfia, en 1884, popularizado el alumbrado eléctrico y realizando las versiones III y IV de la Feria Internacional de la Electricidad.

De esta forma la humanidad ganó una dura lucha contra la oscuridad y dio un gran paso para sustituir los aceites animales y vegetales y el gas que hasta esa época, eran las únicas alternativas para iluminar los recintos cerrados y calles de poblados y ciudades.

A finales del siglo XIX la energía eléctrica, sin embargo, sólo representaba el modesto 2.3% del total de la energía en el mundo, siendo la menos representativa, después del petróleo y el gas, que participaban en un 7%, y el carbón que sumaba el 90% del total; sólo en los últimos años de ese siglo la energía eléctrica en sus modalidades hidráulicas y térmicas fue tomando fuerza en el mundo y su uso se fue generalizando paulatinamente.

La utilización para el alumbrado público y doméstico se popularizó en 1881; en el transporte desde 1897, con la electrificación del tranvía en Londres; en la comunicación en 1899 cuando Marconi envió el primer telegrama de Inglaterra a Francia y en general su uso se generalizó en la industria desde la gran Exposición Universal Eléctrica de 1881.

Como era de esperarse, en Bogotá causaron revuelo las noticias de Nueva York y París y se iniciaron las gestiones para gozar de las bondades de la energía eléctrica.

Llega la luz Eléctrica a Bogotá. En diciembre de 1888 se dio por parte del gobierno el primer paso para el establecimiento en Bogotá de la luz eléctrica. El Ministro del Tesoro y encargado de Fomento, Carlos Martínez Silva, dictó una resolución que prestó el terreno para la empresa de luz eléctrica.

En Julio de 1889, Pedronel Ospina Guzmán, firmó por el gobierno el contrato con la empresa «Bogotá Electric Ligth Company», como se llamó la sociedad, que estableció su sede principal en Nueva York, para atraer inversionistas y poder dar mayor auge a su actividad.

El 7 de Diciembre de 1889, los habitantes de Bogotá, reunidos en la Plaza de Bolívar y sus alrededores vierón por primera vez los destellos de las bombillas de energía eléctrica que rompieron las tradicionales noches de oscuridad Capitalina, y lo celebraron con música, repicar de campanas y cohetes, como lo indicaba el programa impreso para la fecha.

Bogotá tuvo electricidad, 8 años después que Nueva York conociera este invento, con grandes esfuerzos, gracias al empuje de empresarios privados.

Sin embargo sólo en 1900, casi 10 años después de que se inventara la bombilla incandescente, Bogotá pudo introducir a sus hogares este invento, gracias al esfuerzo de la sociedad «SAMPER BRUNCH COMPANY» que masificó el alumbrado con la energía que empezó a generar la Hidroeléctrica de El Charquito.

El uso de la energía eléctrica en el país, haciendo un recuento histórico y cronológico del uso de la energía eléctrica en las primeras ciudades del país, podemos decir que Panamá fue la primera en conocer la electricidad porque en septiembre de 1889, dos meses antes que Bogotá, empezó a funcionar una termoeléctrica alimentada con carbón importado de Estados Unidos.

En Barranquilla se vio por primera vez un foco de Luz Eléctrica en 1883, debido al accionar, de un generador que portaba un barco de una compañía Alemana.

En 1892 empezó a funcionar una termoeléctrica en Barranquilla y en el año siguiente iniciaron operaciones, plantas similares en Cartagena y Santa Marta.

En Cúcuta, AUGUSTO DUPLAT, fundó la compañía de Alumbrado Eléctrico de Cúcuta, en 1893, y tres años después instaló la primera planta de energía en el Norte de Santander con capacidad de 240 Kw, en el sitio Los Colorados.

Medellín inauguró la primera hidroeléctrica en 1898, aprovechando las aguas del arroyo Santa Helena y dio al servicio el alumbrado público.

EN BOYACA

Sólo hasta mediados del año de 1953 se principió a trabajar en forma efectiva para resolver el problema eléctrico en este importante sector del País, Aunque el problema de la escasez de energía en Boyacá era nacionalmente conocido, su resolución ofrecía serias dificultades. Se decía que en Boyacá no se debían establecer centrales eléctricas porque no había ni podría haber nunca mercado para la energía eléctrica. Afirmaciones como la anterior venían seguidas por el aspecto de la pobreza regional, apellidado unas veces incapacidad financiera, y otras insolvencia económica. Pero a quienes en la hora actual nos ha tocado en suerte afrontar el problema no pensamos que Boyacá sea pobre. Por el contrario, es muy rico y tiene todas las condiciones favorables para llegar a colocarse a la cabeza de las regiones que merezcan calificarse como importantes en nuestro país.
El problema de electrificación de Boyacá no ha logrado su solución definitiva todavía, porque es imposible en esta materia pretender realizar en diez meses lo que ha dejado de hacerse en cincuenta años. Sin embargo se ha hecho ya más de lo que se podría exigir, y el planeamiento para la solución definitiva se considera inobjetable.

Hagamos un rápido análisis de la situación de la electrificación, para poner en claro los conceptos:

En el mes de agosto de 1953, la potencia instalada en todo el Departamento de Boyacá era de 2214 Kw; repartidos en pequeñas plantas hidroeléctricas o Diesel de muy reducida capacidad siendo la mayor de las instalaciones una planta de 340 Kw.

Es decir, la potencia instalada en Boyacá era de 2,6 watios por habitante, en tanto que el promedio para todo el departamento era en la misma época, de 29 w y de 80 w para las principales ciudades de Colombia.

EN RONDÓN

En 1969, llega la transmisión y distribución de la energía eléctrica; parte de los trabajos se sostenían con colectas de los habitantes de Rondón; se promovían bazares y actividades con el fin de sufragar los costos que ésta obra demandaba; gracias a la gestión realizada por el entonces Alcalde Virgilio Jiménez y el Personero Municipal Luis Angel Alvarez Arias, Así mismo por el cuerpo de profesores de la época: Alba Leonor Avila, Gloria Cárdenas Plazas, Benedicto Sichaca Barahona, Marina Moreno, Blanca Cepeda Borda y otros que contribuían a estos trabajos en la administración municipal.

En la actualidad, el municipio de RONDÓN cuenta con 1.024 usuarios de la energía eléctrica. 763 usuarios rurales y 261 urbanos.

PARROCOS DE SAN RAFAEL DE RONDON

La Iglesia Católica ha cumplido un papel determinante en estos l00 años de vida independiente de Rondón, integrando con su mensaje y su tarea evangelizadora a toda la Comunidad, y contribuyendo al fortalecimiento del clima de tranquilidad y concordia que con algunas excepciones, ha disfrutado el municipio. Hacemos un reconocimiento a la labor social, pastoral y educativa de los Párrocos que han pasado por ésta jurisdicción, y de manera especial a Monseñor LUIS FELIPE SÁNCHEZ APONTE, actual Obispo de la Diócesis de Chiquinquirá.

Santiago Rincón l9l6 - l9l8
Claudio José Pineda l9l8 - l92l
Felipe Santiago Cuervo l92l - l923
Carlos Eduardo Díaz l923 - l924
Pioquinto Salcedo l924 - l924
Hugo Orjuela l924 - l924
Carlos Francisco Arenas l924 - l927
Luis Alfredo Buitrago l927 - l933
José Santos Quintero l933 - l936
Jorge Castro C. O.P. l936 - l937
José Francisco González l937 - l partida
Jacinto Vega l937 - l940

Rondón: Recuerdos de su rica tradición cultural y religiosa.
Fuente Documental: Olga Marina Escobar

Mamerto Mojica l940 - l94l
Dionisio de Jesús Hernández l94l - l94l
Néstor Guarín l94l - l945
Florentino Barrientos Conto l945 - l949
Luis Arturo Torres González l949 - l950
Vicario Sustituto FRANCISCO DIAZ l950 - l95l
Jorge Arsenio López l95l - l962
Carlos Julio Silva C. (una) l962
Pompilio Ma. Gutiérrez l962 - l962
Luis Francisco Floréz 1963 - 1965
Julio Roberto Olmos l962 - l963
Carlos José Dueñas l969 - l970
Esteban Gordini (l970) l2 Partidas
Augusto Soler. l970 - l972
Esteban Gordini l972
José Ramón Páez l972 - l975
Silvio Aguirre l975 - l976
Luis Felipe Sánchez Aponte l976 - l980
Juan Nepomuceno Ochoa l980 - l983
Severo Roa Fernández l980 - l984
Abelardo Arias l984 - l985
José Rodolfo Lache l985 - l993
Eutimio Niño l993 - l997
Lucinio Vásquez l997 - 2002
Segundo R. Avila Pirazán 2002

(Fuente Consultada: Archivo Parroquial de Rondón).


1 comentario:

  1. Muchas gracias, muy buena historia. Mi abuelita dice que nació en ese municipio y se alegró mucho a medida que la iba leyendo este blog. Nos narró algunos recuerdos y me dijo que el papá era un señor llamado Rafael Vargas Gomez, hijo de María Gómez, recuerda que la última vez que vió al papá, él le dijo que se iba a vivir a Ramiriquí. Ella cuenta que tenía 12 hermanos (Vargas), entre la familia recuerda a Ramón Vargas (tío), Carmen (tía profesora), Rosa Elena (tía vivía frente a la iglesia), otra tía que se fue a vivir a "Macanal", Héctor y Jorge (Hermanos), Hugo (dueño de la tienda más grande del pueblo).
    La mamá de mi abuelita se llamaba Epifania Ávila (vivía en la vereda Sucre).
    Ella tiene la esperanza de vover a su pueblo y yo espero poder cumplirle el sueño. Tiene 80 años y se llama Maria Floripes Vargas.
    Gracias

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